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Por los caminos del Valle del Arví
domingo, 20 de junio de 2010 20:13
Por Arví pasaron tribus indígenas, construyendo piedra a piedra los caminos que hoy maravillan a propios y visitantes del lugar. Allí aguardan las huellas dejadas a lo largo del tiempo, los vestigios de quienes construyeron estos caminos y la memoria de los antepasados del Valle de Aburrá.


Recorrer el Ecoparque Turístico Arví, significa transitar por corredores que pertenecen a la historia de pueblos antiguos y refundados por colonos. Los caminos que se cruzan en este lugar hablan de las necesidades de diversos pobladores, desde españoles hasta silleteros y arrieros que buscaron vías de comunicación para el desplazamiento y el comercio.

El territorio comprendido por mil 761 hectáreas, y sus alrededores, encierra la leyenda de un valle indígena cuyo cacique tenía por nombre Arví. El lugar se convirtió en el blanco colonizador de Robledo tras escuchar en Heliconia algunos relatos sobre su riqueza aurífera. Sin duda, Arví encierra la memoria de este proceso y sus antecedentes, cuyo legado son los caminos prehispánicos rigurosamente elaborados, los cuales demarcaron el paso de pueblos futuros para los que el comercio de la sal y la arriería serían ejes de subsistencia.

El camino de La Cuesta, que se impone a lo largo del recorrido por el parque, es uno de los referentes de los ancestros que habitaron el lugar. Por el empinado sendero cruzó Jorge Robledo gran parte del terreno en la búsqueda del Arví, a través de él se transportaron cargas a lomo de mula y hasta hace poco, la gente lo usó como vía para bajar a la Plaza de Flórez, tardando dos horas y media en bajarlo y tres en subirlo. Este sendero atraviesa ruinas de siglos pasados y viviendas de nativos que le dan su uso tradicional. Se trata de una de las vías más antiguas de comunicación que a la fecha está siendo intervenida, a fin de devolverle la apariencia empedrada con la que fue construido por nuestros antepasados.

Se cree que, Robledo, después de cinco intentos en la búsqueda del Valle del Arví, gracias a uno de sus hombres, arribó en junio de 1541 a esta tierra, haciendo el recorrido desde Heliconia y atravesando poblados como San Antonio de Prado por el ‘camino viejo de occidente’, llegando a Itagüí, luego a Ayacucho y finalmente al cerro Pan de Azúcar, cruzando la quebrada Santa Elena.

La Cuesta y otros caminos que se unen alrededor del corregimiento de Santa Elena, fueron descritos por cronistas como senderos “más anchos que los del Cuzco”. Vías y trochas de arriería, que comunican distintas veredas, son descubiertos dentro del perímetro del Parque Arví. Caminos sin pavimento y en restauración conducen a una laguna de aguas amarillentas cercana al límite con los barrios aledaños a la reserva. Por allí, cuenta el guía Rodolfo Álvarez, hay presencia de vías provenientes de tiempos coloniales al bajar hacia la vereda Mazo, del corregimiento de Santa Elena.

En esta época se usó la silleta como transporte de personajes acaudalados y enfermos, por el mal estado de algunos caminos. El recurso fue utilizado también para llevar mercancías a Medellín y zonas lejanas como el Magdalena Medio. Con el tiempo, se convirtieron en pasajes de arrieros y campesinos que se dirigían a la ciudad, siendo “La Cuesta”, “El Tirabuzón” y “El Bocaná y el Cauce”, los caminos más destacados en el área. Los senderos de arrieros que pueden hallarse hacia Guarne y alrededor de veredas como Mazo, Barro Blanco y Media Luna, son numerosos.

Hasta hace 70 años eran las principales vías de comunicación de los habitantes de las veredas hasta la construcción de la vía a Santa Elena; sin embargo, hoy se oyen historias de personas que todavía bajan por trocha a Medellín, como se hizo hasta principios del siglo XX. El camino de “El Bocaná y el Cauce” era empleado para ir desde Ayacucho hasta Rionegro y cuentan que lindaba con la finca de un hombre rico, en la que estaría enterrado el primer carro que llegó a Medellín. Estos propietarios de fincas se fueron encargando de abrir más caminos para el acceso a sus viviendas.

El oro, metal que marcó la búsqueda del Arví, se sigue obteniendo en la quebrada Piedras Blancas, donde también puede encontrarse reserva salina. De otro lado, la extracción de musgo y la caza de animales son actividades que dejan indeseables huellas en el estado de biodiversidad de un lugar que se ha abierto al turismo, en medio de su recuperación como patrimonio histórico y tejido de civilización, a partir de sus caminos.


Mujeres que hacen historia en Arví

De la misma forma en que los caminos que irrumpen la geografía del Arví dan cuenta del paso de ancestros y gentes de toda estirpe, las líneas en su rostro evidencian el paso de los años y hablan de toda una vida dedicada a las labores del campo, y a ir y venir por los caminos que la vieron crecer. Doña Martha Rojas nació en la vereda Mazo del corregimiento de Santa Elena, se cazó junto a su esposo hicieron familia en una humilde casa cerca al Tambo, donde hoy, a sus 84 años, todavía alegra el paso de turistas y vecinos, maravilla por su lucidez y descresta con sus historias de antaño.

Los caminos del Arví han sido para ella el único medio de llegar hasta donde sus seres queridos. Por ellos cargaba al hombro la ropa sucia de los ricos de Medellín, la leña con que alimentaba su fogón y hasta las arepas que solía vender cerca al Parque de Bolívar, lugar al que llegaba a pie. “Todo esto por acá eran unas fincas de lo más de bonitas, hasta que de pronto la gente le vendió a las empresas (EPM) y ellos sembraron mucho pino, porque antes no había tanto pino. Antes la gente subía a la laguna y venían desde Guarne y Rionegro, pero con tanto pino que sembraron esa laguna se secó porque esos árboles resecan toda la tierra. Es que todo se acaba”, cuenta doña Martha.

Entre resignada y nostálgica, la mujer confiesa que “la cosa por la zona está muy mala. Primero había mucha agua y todo era muy tranquilo. Ahora es muy bueno ver a los turistas y yo me alegro mucho de contarles mis historias, pero también es muy maluco ver el camino todo sucio y como que a nadie le importa”. A Martha Rojas los caminos sólo le sirven hoy día para llegar temprano a misa; sin embargo, su sola presencia en la reserva indica que aún hay quienes conviven en armonía con todo lo que encierra el Valle del Arví.

Por su parte, Claudia Yaneth Rivas ve los días pasar al ritmo de los viandantes del camino de La Cuesta. Ella trabaja en las obras de restauración de los caminos prehispánicos del Parque Arví en el oficio de cernidora, que según ella, “consiste en cernir la tierra con una malla para poder formar la mezcla de barro-cemento, que es la que se usa para pegar las piedras con las que se reparan las partes de camino dañadas”. Yaneth acude día a día a su cita con la historia en compañías de sus otras cinco amigas, mujeres todas dedicadas a las labores menos pesadas pero indispensables para la recuperación del patrimonio arqueológico de la zona.

“Por los caminos voy y vengo a dónde necesito, desde mi casa hasta el trabajo y por ellos me devuelvo. Esta zona es muy bonita y uno la pasa muy bien por acá, de todas formas se sabe que antes esto era como muy mágico y los indígenas y los arrieros se caminaban todo esto desde los pueblos hasta Medellín, ahora sólo vienen los turistas y muchos de ellos se llevan las plantas, el musgo y dejan sus basuras”, cuenta la joven cernidora de 26 años.





Reserva y patrimonio en peligro

El Parque Arví es una propuesta eco turística concebida bajo la idea de entregar un espacio abierto a la comunidad para que, junto a ella, sea posible consolidar propuestas de conservación y promoción de las riquezas de la zona, patrimonio arqueológico, variedad de flora y fauna y ecoturismo; sin embrago, a pesar de los esfuerzos de las entidades encargadas del buen funcionamiento del Parque, al actividad turística y la mala toma de algunas decisiones, han desplazado las reales intenciones de rescatar el patrimonio cultural y arqueológico de los caminos y la conservación del medio ambiente.

El 9 de febrero del presente año, fue abierta al público la Línea L del Metro o Cable Arví. Desde ese momento la afluencia de turistas al Parque ha sido masiva, a pesar de que no estuvieran terminadas las obras de adecuación. Ana Lucia Vélez, comunicadora de la Corporación Parque Ecoturístico Arví, CEPREA, entidad encargada del funcionamiento del Parque, asegura que desde la Corporación reconocen que el turismo en el lugar se ha desbordado. Según la comunicadora, “el Metro de Medellín se adelantó a las obras que los demás socios de la Corporación iban a hacer y resulta incoherente que tantas personas suban al Parque sin que esté terminado”; a pesar de esto, nada pueden hacer frente a ese problema, puesto que Arví es un espacio abierto y por ningún motivo se puede restringir la entrada a los visitantes, aunque desde la Alcaldía de Medellín sí se dio la orden al Metro para que no subiera más de mil 500 pasajeros al día, y así tratar de aliviar un poco la situación.

Además de los problemas relacionados con la cantidad de visitante que suben al Parque, especialmente los fines de semana, Ana Lucia Vélez explica también que hay algunos turistas que son bastante maleducados y que, por este motivo, han intentado que las personas realicen sus recorridos con los guías, a pesar de que es imposible obligarlos a buscar acompañamiento de los guías.

Pero los problemas que afronta el Parque actualmente no se deben únicamente a la cantidad de personas que lo visitan: Norberto Vélez, ingeniero forestal que ha estudiado esta zona durante toda su vida, autor del libro “En búsqueda del Parque Arví”, reconoce que el Parque debe ser de todos y para todos, pero que no debe hacerse de la manera en que se está haciendo, además de asegurar que no conoce ningún estudio que se haya hecho recientemente sobre el impacto turístico en la zona.

Desde su visión como ingeniero forestal, Vélez reconoce que la mala intervención humana puede afectar el ecosistema, en la medida en que la fauna y flora de la zona altera su comportamiento. Además, las construcciones que se han venido realizando no son las más adecuadas, porque no se están utilizando materiales “amigables” con el medio ambiente, es decir, que no son acordes con el lugar y que la sola intervención con cemento ocasiona un daño al subsuelo, peor que la tala de árboles.

Pero no son sólo los visitantes y algunos encargados del funcionamiento del Parque son los culpables de que se estén presentando estos problemas en la zona, por el contrario, los habitantes de Arví tampoco han sido muy consientes frente al cuidado de la reserva, según afirma el guía Rodolfo Álvarez: “En Medellín es muy difícil hablar de preservación de lugares como este y es muy importante reconocer sí hubo comunidades indígenas que dejaron un patrimonio que debemos preservar”; sin embargo, a pesar de que con proyectos como estos, se comience a dar importancia a la conservación de estos territorios, algunos pobladores, muchas veces por desconocimiento, intervienen los senderos, situación que ha llevado a la pérdida de algunos caminos. “Sólo hasta ahora, que nos hemos dado cuenta del daño que hemos hecho, nos preocupamos por conservarlo”, asegura Rodolfo Álvarez.


Los tesoros escondidos en los caminos de Arví

Por Arví pasaron tribus indígenas, construyendo piedra a piedra los caminos que hoy maravillan a propios y visitantes del lugar. Allí aguardan las huellas dejadas a lo largo del tiempo, los vestigios de quienes construyeron estos caminos y la memoria de los antepasados del Valle de Aburrá. Esta riqueza representa un patrimonio arqueológico invaluable para la ciudad y en estos momentos es rescatado por un selecto grupo de antropólogos y arqueólogos comprometidos con la memoria colectiva de los habitantes de Medellín y Santa Elena. Liliana Gómez, antropóloga de la Universidad de Antioquia, hace parte de este equipo. Con ella hablamos sobre los misterios e historias que hay en los hallazgos que han realizado recorriendo estos senderos.

Puntualmente ¿Qué pueden encontrar los visitantes en sus recorridos?

Acá hay evidencias que datan desde la época prehispánica, por lo menos, desde 900 años antes de Cristo. Un proceso que siguió hasta la llegada de los españoles. En la época del contacto, cuando los conquistadores subieron a Arví, no encontraron a los que vivieron allí, pero sí encontraron las casas, las huellas de los cultivos, los caminos, los muros, las acequias… lo encontraron todo, menos a las personas. Sin embargo, todo el constructo que hace una familia o un ser humano, estaba en ese entonces en el paisaje de Arví. Los colonizadores también hicieron sus intervenciones, al igual que lo hace actualmente la gente, eso es principalmente lo que se pueden encontrar.


¿Cuál es el estado en que se encuentran los hallazgos arqueológicos?

Todas esas evidencias están en el espacio físico. De una manera u otra se han visto intervenidas, no necesariamente por las construcciones que en estos momentos se están haciendo en el lugar. En la zona de Piedras Blancas, por ejemplo, hay muchos visitantes que van de tarde en tarde o se quedan un rato, y ya ese impacto que ellos generan es fuerte sobre las evidencias constructivas que hay en el paisaje. Precisamente mi trabajo es evitar que esas cosas pasen, es articular que los díselos de los constructores sean posibles sin que esto afecte las evidencias arqueológicas.

¿Qué piensan hacer con esas evidencias?

La idea es destapar esas evidencias para que la gente las vea. En la medida en que eso es la parte material de un proceso histórico que se dio en Arví desde hace dos mil años, en la medida en que la gente lo mire y lo aprecie, será una riqueza para el visitante. Es muy distinto que a uno le cuenten un proceso histórico a estar viendo los elementos que constituyeron e hicieron parte de él. Esto le ayuda a la gente a tener una idea más clara de lo que fue todo el proceso de poblamiento, no sólo del Altiplano, si no de manera muy directa con el Valle de Aburrá.

Pero… ¿exhibir estos objetos no puede afectar su preservación?

Esto, como todo, tiene su cosa mala. Con el turismo que se va a manejar en el Parque Arví, que va a ser masivo, eso no deja de generar un impacto. Yo creo que la gente no está preparada para eso. Pienso que es necesaria una campaña de sensibilización previa, para que la gente comprenda qué es el patrimonio, no de la típica manera dinámica, sino que logre que las personas sientan eso como propio. Yo creo que es de la única manera en que lo protege, sintiéndolo propio en el colectivo, no en el individuo.

Y con respecto a los habitantes de la zona ¿conocen las riquezas que hay en el territorio en el que han vivido tanto tiempo?

Sí la conocen, pero no la valoran. Y no sólo es una cosa que sucede en Arví, es una situación que sucede en general en Colombia, es algo de nuestra cultura. Cuando algo es considerado centro histórico, la gente no sabe qué es eso. En Arví, la gente ve estas cosas pero sólo dicen “ah sí, eso es un pedazo de tiesto o de olla” pero no pasa nada más, porque les falta el contenido histórico a todo, que la gente puede reconocerlo, pero no lo valora.

Entonces, si eso puede suceder, ¿cuál es el interés que hay tras estas actividades de rescate?

Yo creo que el interés aquí es netamente pedagógico. La idea desde un principio es que el parque genere conocimiento, y por el hecho de que el parque esté en una zona de protección natural y arqueológica, en mi caso es también lo patrimonial, la idea siempre ha sido que se acerque a la gente a la historia. La gente podrá salir de Arví con un conocimiento.

¿Ha habido impedimentos para que este tipo de iniciativas no se generen?

Pues, finalmente el país no está preparado para valorar este tipo de información. Por la Ley de la Cultura, a los constructores se les exige hacer un estudio de impacto arqueológico cada vez que se vaya a generar algún tipo de remoción de tierra. Esto lleva a que las hidroeléctricas, las carreteras, los viaductos, etc., hagan estudios e investigaciones en este campo. Sin embargo no va a haber una verdadera motivación y avance hasta que la economía del país no cambie, hasta que la distribución del presupuesto sea diferente. Si no hay plata para educación ni para salud, mucho menos se va a invertir en este tipo de cosas que la gente considera que no es vital, pese a que finalmente es nuestra historia, que no debería ser tan poco importante.



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